La sociedad y la pobreza
Si bien la pobreza ha existido siempre como realidad, su apreciación como problema y la categorización del pobre como sujeto histórico y social sólo aparecen de manera manifiesta desde fines del siglo XIX y comienzos del XX. Durante la Colonia, y a través del Derecho Indiano, la concepción de pobreza era la sustentada por la Iglesia, es decir, era vista como una relación de igualdad entre seres humanos, en donde lo importante era la salvación del alma y el lucro era en sí mismo perverso – un ideal que, claro está, no describe la realidad de las relaciones sociales de la época -. Esta visión se rompe con la Independencia: "Quienes dirigen el país después de la Independencia desarrollaron una concepción muy dura acerca del tema", sustenta Salazar afirmando que los teóricos y pensadores del siglo pasado lo plantearon clara y sintéticamente: En Chile la pobreza no constituye un problema social. Se afirmaba que el tema tenía un doble carácter: por una parte es un problema económico atingente al manejo de las finanzas públicas. Se culpaba así al gobierno de turno de una inadecuada política económica. Por otra parte la pobreza era un problema moral: quien es pobre, lo es por flojo, ocioso o borracho. El resultado de esto fue que durante el siglo XX el Estado no desarrolló ninguna política social consistente. La Iglesia sería quien tomaría las riendas y organizaría hospitales, casas de expósitos y asilos de ancianos. Sólo hacia fines de este siglo el cambio en las condiciones sociales, económicas y culturales hacen visible al "pobre" como una categoría aparte y pasa a convertirse en una "cuestión social". El capitalismo de pequeños artesanos y de una minería donde los peones, los rotos andariegos, pueden salir a catear y buscárselas por sí mismos, cambia. En los sectores más dinámicos de la economía algunas industrias entran en competencia con artesanos y mineros. Ambos se ven en la necesidad de entrar a trabajar a las industrias para poder sobrevivir, produciéndose la proletarización. La destrucción del capitalismo agrario por el desarrollo de la hacienda, "todos los campesinos que eran pequeños propietarios, los parceleros, los chacareros, comienzan a verse presionados por la gran hacienda y pierden sus tierras. La familia popular comienza desintegrarse, los hombres parten a la faena, al salitre o simplemente ya no pueden sostener a las familias y se van. Las mujeres se quedan en los ranchos, en las ciudades o donde sea y mantienen a su familia a través de la venta de cosas, del trabajo doméstico o en las fábricas. Los niños están en las calles, en el Mapocho o recolectando huesos. "Se produce una inseguridad vital debido a la incapacidad de sustentar a la familia". La concentración de población, la incapacidad de infraestructura hizo que Chile llegara a 1910 con una población recesiva – morían más personas de las que nacían – una mortalidad infantil de 306 por mil, y una tasa de prostitución que alcanzaba el 20 % de las mujeres adultas de la capital. La tisis hacía estragos, y el paisaje de rancheríos de quincha, en los campos de entre – siglo espantaba a los extranjeros de visita: "Casi todos los testimonios de quienes trabajan en historia social son de extranjeros que llegaban y se asombraban de las condiciones en que vivían los pobres", La pobreza como problema social se instala por fin en la agenda del Estado, ahora la pobreza es vista como un problema que se debe abordar, como una cuestión social. A este fenómeno hay que sumarle la predica del Socialismo que comenzaba a prender y la denuncia que había hecho la Santa Sede ya en 1891 a través de la Encíclica Rerum Novarum, de León XIII que daba cuenta de la responsabilidad social del mundo católico. El siglo XX no sería de una pobreza resignada. El segmento popular, "aun sumidos en la miseria son actores. Captados a través de organizaciones, no sólo de partidos políticos este pueblo miserable se transforma en sujeto político. Con la instauración del primer Código del Trabajo en 1931 comienza una nueva etapa "por primera vez encontramos una legislación surgida en Chile que tiende a proteger al trabajador", se genera entonces un movimiento de profesionales "lo que se llama la inteligetsia lucida que viene tanto de la clase media como de la elite y ve en la cuestión social un problema insostenible". El Estado liberal se transforma en uno asistencial. El enfoque asistencialista también se verifica a través de la solidaridad caritativa, y una cantidad de organizaciones católicas que la promueven: "la ayuda se concentra en torno a la mujer que vive la crisis junto a sus hijos, mientras que el hombre se emborracha, pelea a cuchillos o esta en el Sindicato. Por eso la mujer pobre va a llenar la iglesia, va a votar católico, va a votar derecha y no marxista".